Estrés. ¿Cómo se manifiesta? ¿Sabes gestionarlo?
Vamos a explicar hasta qué punto el estrés es perjudicial.También vamos a desarrollar cómo se manifiesta el estrés, cómo gestionarlo y qué pasa si no lo gestionamos adecuadamente.
¿Cómo se manifiesta el estrés, qué es desde distintos enfoques y cómo se modifica nuestra reacción según cómo percibamos la situación?
Cuando una persona está estresada o agobiada, de forma sutil pero no por ello despreciable, empieza a perder la capacidad de decidir por sí misma.
La presión del entorno, laboral o familiar, nos produce estrés y ese estado mental nos conduce a un comportamiento determinado, distinto de como somos en un ambiente mãs relajado. Ese cambio de actitud ante la vida puede tener un claro efecto negativo en la salud y en las relaciones personales. Afecta a la percepción de la realidad interpretándose de una manera más limitada y despierta el miedo o la rabia.
Por ejemplo, en una situación de conflicto como puede ser en el ámbito de la pareja, uno de los riesgos más evidentes cuando sufrimos estrés y eso hace que modifiquemos la percepción de la realidad, es el de reaccionar al contraataque, llegando a romper la pareja. De esta manera ponemos en peligro nuestros intereses. Con esto vemos que la percepción de la realidad es afectada por el estrés que tenemos ante esa situación y actuamos con una respuesta impulsiva rompiendo la relación, ya que no sabemos cómo gestionarlo y hace que respondamos de una forma inadecuada donde las emociones se convierten en impulsos nerviosos. La percepción de la realidad es un fuerte precedente de nuestra toma de decisiones y aquí lo podemos visualizar.
El hábitat es el mismo pero no todos sufrimos estrés de la misma forma. La actitud es el resultado de una cadena de elementos que comienzan con la percepción de la realidad, le siguen las emociones y acaba en la acción.
No se puede realizar una acción sin tener una conciencia particular de la ocasión y del momento.
La interpretación seguida de la emoción es el desencadenante de la acción. Si percibo un comentario determinado como injurioso, reaccionaré enfadadx, pero si esa misma frase la percibo como una tontería, puedo reírme sin darle importancia, y si lo percibo como una muestra de envidia, puede que incluso me sienta halagado y sonría.
Aquí vemos cómo es la percepción y no la frase el origen de los distintos comportamientos. Si uno se ejercita en buscar distintas posibilidades de percibir la realidad, podrá tener una mayor comprensión de los hechos. Además, las distintas percepciones aportan sus correspondientes posibilidades de actuación, de entre las que se puede elegir aquella que mejor sirva a mis intereses u objetivos en la vida.
Por ejemplo, si una frase sarcástica la emite unx compañerx en el marco de una reunión donde acabo de presentar una propuesta, reírme de él o enfadarme no van a ser de gran ayuda para obtener su apoyo. En cambio, si considero que mi interlocutor me ataca porque cree que mi proyecto amenaza su posición, puedo considerar la forma de reducir esa amenaza integrando algún elemento suyo en la propuesta, sondear sus objeciones, reconsiderar su aportación, evitar una lucha de poder o quizas ofrecer colaboración, algo que probablemente facilite las cosas.
De este recorrido por las percepciones, relacionadas con la conciencia plena para reducir el estrés, volvemos a la idea de «parar y ver antes de actuar». Esta es una enseñanza fundamental para reducir el estrés.
Aprender a crear una pausa entre el estímulo y la reacción que le permita utilizar mejor sus recursos internos y evitar la reactividad. Cuando se encuentre en una situación inesperada, que le afecta negativamente, pare un instante y permitase sondear otras posibles percepciones.
No tomes la primera interpretación que te venga.
Pregúntate:
«¿De verdad es ésto lo que parece?
¿No se puede explicar de otra forma?».
Intenta comprender las razones de la otra persona.
Comprender no significa «ceder» ni «dar la razón». Si puedes, pregunta a tu interlocutor en vez de interpretar.
Mantén una posición abierta y suspende el juicio momentáneamente; quizás puedas captar otras percepciones.
Recuerda que la libertad nace de contar con distintos puntos de vista para poder decidir cuál es el comportamiento que mejor responde a las necesidades del momento.
Como hemos visto, el estrés nace de la percepción de una amenaza y favorece un comportamiento definido que se ejecuta de forma automática.
En los animales tenemos dos dimensiones: las sensaciones y las emociones, pero en los humanos tenemos los pensamientos y las creencias que condicionan el comportamiento en un sentido o en otro.
Aquello que sembramos es lo que cosechamos. Las personas que confían en los demás suelen generar confianza en ellas, y viceversa.
Desconfiamos de quien siempre desconfía. De este modelo de reactividad podemos sacar una conclusión valiosa: la forma en que percibo la realidad va a condicionar esta realidad. El estrés surge de la relación entre el sujeto y la situación.
Cambiar el comportamiento de otras personas es muy difícil, sólo podemos aspirar a cambiar el comportamiento propio; sólo podemos intentar relacionarnos con los demás de otra manera. Ello requiere cambiar la percepción que uno tiene sobre cómo son las otras personas. Como resultado de este cambio de percepción, se expresarán unas emociones distintas lo que siempre tendrá una influencia en los demás.
De esta forma es posible que, con el paso del tiempo, se produzca un cambio en el comportamiento de otras personas, como deseábamos.
¿Cómo actúa en nuestro cuerpo el estrés?
El estrés es uno de los grandes protagonistas de la vida moderna, está entre los cuatro problemas de salud laboral más mencionados. Los otros tres problemas de salud laboral son el dolor de espalda, el dolor muscular y la fatiga, que también tienen relación con el estrés.
El 16% de las enfermedades cardiovasculares de los hombres y el 22% de las de las mujeres se deben al estrés.
También encontramos el estrés entre las causas responsables de muchos trastornos músculo-esqueléticos, problemas del aparato digestivo, del sistema inmune, del aparato reproductor y, cómo no, los problemas de salud mental.
Viendo el estrés desde un enfoque de reacción biológica, es un desarrollo evolutivo que tiene miles de años, así que podemos presentarlo en su forma más habitual, cuando mejoraba nuestra supervivencia ante los peligros de una vida en pleno contacto con la naturaleza.
Pongamos un ejemplo:
Desde un nivel fisiológico, es decir, atendiendo a lo que ocurre en el cuerpo y en la mente, si nos encontramos en un bosque y se nos presenta ante nosotros un oso, se desencadena una emoción muy poderosa que es el miedo y que pone en marcha todo un sistema de actuación para casos de emergencia.
Coordinado por la adrenalina, una hormona que activa simultáneamente varios dispositivos corporales empieza la acción.
El sistema nervioso se activa para poner en marcha el mecanismo de huida.
Los músculos, imprescindibles para correr, se tensan y el corazón empieza a latir con fuerza, la presión arterial sube y la sangre se bombea con fuerza para alimentar las demandas de la carrera.
Para que la sangre esté bien oxigenada, los alvéolos de los pulmones se abren y la respiración se vuelve rápida y agitada.
Puesto que la sangre es un factor limitante, el proceso de digestión se interrumpe y toda la sangre del sistema digestivo se envía a los músculos.
Es cuestión de prioridades.
Como cualquier huida conlleva el riesgo de cortes y pérdida de sangre e infecciones, la piel se tensará para evitar hemorragias y el sistema inmune del organismo, que nos defiende de las infecciones, empieza a desplazarse a la periferia del cuerpo para vigilar la entrada de gérmenes.
Siguiendo con el ejemplo, conseguimos huir del oso y escondernos en una cueva y nos relajamos unos minutos.
Pero el oso nos sigue y nos encuentra aunque no puede acceder a nosotros. En el momento que vemos al oso llegar el mecanismo de activación de emergencias vuelve a encenderse, la emoción protagonista en este momento es la rabia y ello supone sangre en la cabeza, gritar y fuerza en los brazos.
El oso se aburre de esperar y se marcha, te relajas un poco, la adrenalina da paso a otra hormona que es el cortisol, que coordinará esta segunda fase del estrés, la llamada fase de resistencia.
Cuando el peligro disminuye, el sistema nervioso activa un proceso de recuperación que llamamos sueño y a nivel interno el cortisol activará el consumo de grasa almacenada para alimentar las necesidades energéticas del organismo, sin necesidad de salir de la cueva. Tardará bastante tiempo hasta que te aparezca el hambre y te fuerce a salir, probablemente cuando el peligro ya haya pasado.
Esto es el estrés. La reacción de estrés se resume así en dos palabras: luchar o huir; es, obviamente, un mecanismo de supervivencia que ha salvado muchas vidas.
El estrés tiene tres fases. La primera es la estimulación, cuando se activa el organismo para hacer frente al problema. Si no se resuelve el problema, pasamos a la segunda, que es la de resistencia, y de ahí a la tercera: el agotamiento. Con el agotamiento resulta el desgaste, que es el significado verdadero del término estrés.
De este desgaste se deriva una serie de enfermedades que el estrés predispone y donde concursan otras causas, como las genéticas o las ambientales.
Podemos concluir dos cosas:
- Primero, que las sensaciones desagradables y las emociones son las mismas que si tenemos el peligro del oso expuesto anteriormente.
- Segundo, que al estrés se le reconoce por dos características: una es el componente de amenaza del bienestar, o peligro, y la otra es un desequilibrio físico y mental que se produce a continuación.
Estos elementos son importantes a la hora de ver cómo evitar o reducir el estrés, ya que nos servirán de referencia.
Hemos hablado del sistema inmune, que se reorganiza en torno a la piel para evitar infecciones. Sin entrar en mucha complejidad, podemos añadir que ello tiene dos implicaciones:
- Una es la sobreestimulación de la inmunidad a nivel de la piel, que facilita procesos como la psoriasis o las alergias, y paralelamente una desprotección a nivel interno que predispone al organismo hacia las infecciones del sistema respiratorio o digestivo. Por eso es más fácil coger una gripe cuando se tiene estrés.
- Otra área sensible al estrés es el aparato reproductor. Como prima el corto plazo en una reacción de emergencia, la reproducción pierde su sentido en situaciones de peligro. De ello se deduce que las disfunciones sexuales, desde la impotencia hasta la infertilidad, pueden estar relacionadas con el estrés. No siempre los problemas de salud tienen causas múltiples, pero el estrés puede ser una de las más importantes que no se debe descartar a priori.
¿Como actúa en nuestra mente el estrés?
El estrés, en principio, es una reacción que muestran todos los mamíferos. Sin embargo, los humanos tenemos una cualidad que nos distingue y que está relacionada con la autoconciencia y la capacidad de pensar. Esta particularidad afecta significativamente al estrés, sobre todo en la vida moderna. Veamos por qué.
Si el perseguido por el oso fuera un cachorro de lobo, habría actuado de la misma manera y luego su vida volvería a la normalidad. Pero un humano puede quedar tan impactado por la experiencia que tenga pesadillas, que siempre hable del mismo asunto, que se culpe por haber salido solo, que no quiera volver a salir de la cueva...
Esto es estrés postraumático.
Este tipo de estrés tiene un gran impacto en la vida de las personas y dura meses o incluso años después del acontecimiento, debido a que la mente mantiene vivo el peligro.
Los desafíos a los que nos enfrentamos en el mundo occidental que vivimos no suponen luchar o huir para sobrevivir.
No obstante, el estrés es omnipresente.
¿Cómo puede ser esto?
Porque el mecanismo de emergencias se activa igualmente con las amenazas modernas, que se denominan demandas de tipo psicosocial.
Cuando las demandas de una situación aparentan ser mayores que las capacidades de una persona, aparece el estrés. Estas situaciones son, por ejemplo: un despido y entrar en el paro, una ruptura matrimonial, una pérdida financiera, un ascenso a un puesto donde uno no está cómodo, miedo a un ataque terrorista, acoso en el trabajo, rabia ante las injusticias, presión por cumplir objetivos, etcétera.
En estos ejemplos la mente percibe la amenaza como si fuera un peligro físico real. Entonces el cuerpo, a falta de mejor respuesta, activa el mecanismo de emergencias de luchar o huir. El resultado ya se lo imaginan: no hay adónde huir ni contra quién luchar. Además, como los peligros mentales son mucho más persistentes, los sistemas del organismo sufren el desgaste y empiezan a pasar factura:
Problemas de sueño, tensión muscular, dolores de espalda y de cabeza, úlceras y problemas gastrointestinales, problemas cardiovasculares como tensión alta, impotencia...
Cómo nos afecta el estrés desde el modelo interactivo biopsicosocial (Cuerpo + Mente + Comportamiento)
Cuando una persona siente estrés, comienza a desarrollar un comportamiento para evitarlo. Este esfuerzo del comportamiento para reducir el estrés, que se da siempre cuando esta sensación se convierte en algo desagradable, se llama técnicamente estrategias de afrontamiento.
Veamos cómo funciona este modelo:
El estrés nace al encontrarse alguien con una situación desagradable a partir de la cual la persona inicia una evaluación sobre cómo enfrentarse a ella. Si la percibe como una amenaza o si asume el daño o pérdida.
Después pasamos a una segunda evaluación en la que toma en consideración los recursos que tiene para afrontarla y las implicaciones que pueda tener al aplicar esos recursos.
Este modelo, por tanto, está basado en la relación particular entre la persona y una situación donde percibe que las demandas concretas exceden sus recursos..
Esta forma de observar el estrés desde el modelo biopsicosocial (cuerpo + mente + comportamiento) enfatiza la conexión de la reacción del cuerpo con el comportamiento.
Como reacción de emergencia, el estrés prima comportamientos inmediatos, en ocasiones ciegos y frecuentemente según patrones personales repetitivos. Es lo que se conoce como reactividad. En una naturaleza salvaje las reacciones son muy útiles: los peligros suelen ser similares y por lo tanto las reacciones suelen ser las mismas.
Pero, en la complejidad del mundo actual no es lo mismo que la amenaza sea de un jefe, un subordinado, un compañero o un vecino de escalera, y una reacción tipo para todos igual puede ser contraproducente. Por ello, una de las estrategias clave para reducir el estrés es la de parar y ver antes de actuar, para poder responder en vez de reaccionar.
Ventajas del estrés.
Hemos visto que el estrés es una intersección donde cuerpo y mente se mezclan, donde las emociones se convierten en impulsos nerviosos y los niveles de ciertas hormonas alteran el equilibrio del organismo. De ello resulta una serie de patrones de comportamiento. Pero, ¿siempre es malo el estrés?
Una persona que se aburre puede desarrollar también estrés, por ese desarrollo mental que nos caracteriza. Así que el estrés tiene también sus ventajas: además de sacarnos de situaciones de emergencia vital, nos ayuda a mejorar el rendimiento al darnos un plus de atención y de energía en ciertas ocasiones. Pero esto es sólo hasta cierto punto, puesto que a partir de un nivel de estrés no hay ya mejor rendimiento. A medida que el estrés aumenta, el rendimiento mejora hasta un punto de corte donde se invierte el proceso, y es ahí donde el cuerpo empieza a pasar factura, la mente se agobia y la salud se resiente con dolencias como las ya comentadas.
Para concluir me gustaría terminar diciendo que a mayor grado de optimismo, menor sensación de amenaza y, por tanto, menor reacción del estrés y mejor recuperación.
Espero que te haya ayudado poder ver el estrés desde distintos enfoques y recordar que es importante tener presente la opción de recurrir a una terapia psicológica para acompañaros en el proceso.